Para entender a la idiosincrasia del pueblo argentina, su cultura y tradiciones, sin dudas hay que entender su inmigración. Y es justamente en este museo dedicado a todas estas personas que decidieron dejar sus países de origen para probar suerte en el suelo argentino, donde podrás observar de primera mano su importante!
Este museo se encuentra en el edificio ocupado por el antiguo “Hotel de los Inmigrantes”, un sitio destinado a recibir a la inmensa cantidad de extranjeros que llegaron al país desde el final del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. El museo tiene como objetivo presentar al público la experiencia de migrar en sus tramos del viaje, la llegada, la inserción y el legado. Presentandonos a la Argentina de aquellos años y el porqué fue elegido por millones de personas, de distintos lugares como Europa, Asia y África como su nuevo hogar.
Aquí verás expuesto un gran número de documentación histórica, fotografías, films, maquetas, testimonios contemporáneos y objetos de uso diario por aquellos migrantes. Aunque la joya de la colección son los llamativos libros de registro de todos los inmigrantes que llegaron a la Argentina. Incluso podrás consultar el listado digitalizado. Si eres de España, Italia, así como otra nación europea, es muy probable que encuentres con tu apellido, a algún familiar que viajo así la argentina, en búsqueda de “La América” en esos gigantescos trasatlánticos!
El Hotel de los inmigrantes surgió como una necesidad del estado argentino de dar asistencia y cobijo a los inmigrantes recién llegados al país durante los primeros años del siglo XX. Muchos de los cuales llegaban al país sin recursos, sin saber hablar español y solo con lo puesto. Aquí deben dormir las primeras noches todos los inmigrantes que llegaban al país, mientras que se les regularizar sus papeles y las autoridades sanitarias verificaban que estuviesen sanos. Este edificio fue uno de los primeros construidos en hormigón armado de la ciudad y respetaba todas las normas del Higienismo de la época: paredes azulejadas, grandes ventanales para ventilar, amplios corredores y escaleras de fácil limpieza.
Pero a pesar de su nombre, este no fue un hotel para descansar, a la rutina aquí era muy estricta, a las seis de la mañana las celadoras despertaban a los huéspedes y se organizaba el desayuno por turnos de mil personas. Luego las mujeres se ocupaban del lavado de la ropa y los niños mientras los hombres tramitaron su colocación en la oficina de trabajo. Todos podían entrar y salir libremente del Hotel, al mediodía se servía el almuerzo, cuyos menús variaron entre sopa, guiso con carne, puchero, pastas, arroz o estofado, y a las tres de la tarde la merienda para los niños. A partir de las seis comenzaban los turnos de la cena y a las siete se abrían los dormitorios. Durante el día se ofrecían cursos sobre el uso de maquinaria agrícola, labores domésticas, también había conferencias y proyecciones sobre historia, geografía y legislación argentina.
A lo largo de su historia se alojaron alrededor de un millón de personas en sus habitaciones. El hotel funcionó hasta el año 1953 ya que su función terminó junto con el fin de las grandes oleadas migratorias y el final de los viajes de los grandes trasatlánticos.